Javiersky & Luitch & De Oders

Siempre a las órdenes del comisario Stendhal Sánchez estos dos intrépidos inspectores de la Patrulla de Referencia Operativa de Situaciones de Tráfico, Almacenamiento o Tenencia de Alucinógenos (PROSTATA), Javiersky Castelo & Luitch Conderini, trabajan sin descanso para que las calles estén limpias del crimen organizado y sean únicamente escenario del crimen normal.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Part tzchú

Como siempre, antes de sumergirnos en una nueva misión, el agente Javiersky y yo nos acercamos al bar Cerrado, la taberna en la que se daba cita lo peor de la ciudad y donde nos sentíamos como en casa. No está permitido beber durante el servicio, así que nosotros los hacíamos justo antes y continuábamos justo después. Ahora, con el asunto este de la criptografía china, me venían a la cabeza imágenes significativas, en especial una que cada poco tiempo se repetía y que tenía el patio de mi propia casa por escenario. Una vecina, algo mayor ya, colgaba con inusual frecuencia de las cuerdas de tender una manta, o cubrecama, o como se llame, en la que aparecían dos guepardos, madre y cría. Al principio pensé que al patio no le venía mal un toque kitsch, para romper un poco con el paisaje habitual de tangas imposibles, grandes bragas de considerable espesor y sujetadores cuya misión parecía más cercana a tapar las gibas de un camello bactriano. Pero con el tiempo me di cuenta que aquello era algo más: se trataba de una bandera. La mujer en cuestión anunciaba que estaba lista para aparearse ¿Cómo si no sería explicable que aquel estandarte colgará tendido día sí, día no, sin recato ni pudor? ¿Quién en su sano juicio colgaría una cosa así por el patio de una comunidad aparentemente respetable? Kitschtografía, pensé. Como ven, soy un tipo reflexivo, aunque mis particulares reflexiones no tengan nada que ver con las reflexiones buenas.

¿Por dónde empezar? Estaba claro: por el Cerrado. Inspiración y algún rumor, para tener donde agarrarnos...

miércoles, 5 de mayo de 2010

El caso de la habburguesa y el sanndwich (y la pizza). Part Uan.

-Señores...

-¡Señores!!!-gritó esta vez el comisario Stendhal Sánchez, con su voz estridente, chirriona, impropia en un hombre de su corpulencia-.

-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?... -preguntó Luitch, ahora ya despierto.

-Tenemos caso. He recibido un informe del Departamento Central de Criptografía... Criptografía, sabrán lo que es ¿No?

-Estoooo... Si, si, claro, claro...-alcanzó a decir un bostezante Luitch al tiempo que limpiaba de restos de saliva seca la comisura de sus labios.

-¿Y usted, Javiersky, sabe lo que es? ¿Ha oído hablar de la segunda guerra mundial? ¿Por que se habrá enterado de que hubo una segunda guerra mundial, verdad?

-Perdone, jefe, es que estaba acabando el poema... Ha quedado cojonudo ¿Quiere que se lo lea? Es cojonudo... Va de Patroclo. Patroclo, ya sabe, el famoso héroe de la mitología griega, Troya y tal... Si, hombre, el hijo de Menecio...

-Me voy a cagar en su puta madre...-dijo Stendhal, con calma, dando a entender que en ese justo momento, y no en otro, el asunto del poema estaba zanjado.

-Les cuento: Como bien saben (aunque eso sea mucho decir), los chinos, especialmente cuando viven fuera de China, son como la energía: no se crean ni se destruyen, sólo se transforman. Bueno, no todos, algunos sí se destruyen, pero sólo los que mueren en circunstancias violentas y no ha habido forma de deshacerse del cadáver a tiempo, bien porque lo dejan ahí como aviso a navegantes (chinos) o bien por que había prisa por largarse lo antes posible del escenario del chino crimen. Pero los demás no. Se transforman. Creemos que hay una red china de crimen organizado dedicada en exclusividad a transformar a los fiambres chinos en nuevos chinos. Son muy difíciles de detectar, puesto que se parecen mucho unos a otros. Claro, que ellos también dirán lo mismo de los caucásicos, e incluso de los negros. Y algunos dicen lo mismo incluso hasta de los japoneses. Simplemente se deshacen del cuerpo, aunque no sabemos cómo, y el pasaporte del difunto pasa a otro recién llegado, que se convierte así en el anterior, mientras que el anterior es historia. Hay leyendas urbanas que hablan de que esos difuntos terminan en woks, y si no en todo al menos sí en partes. No me pregunten qué partes son esas. Les digo que son leyendas, nada más.

-¿Y qué tiene que ver eso con los crucigramas?-preguntó Luitch, desperazándose.

-¡Criptografía, coño!!!

-Ah, si, si...

-Verán. Sabemos a ciencia cierta que estas mafias se comunican una con otras a través de mensajes cifrados, criptogramas, señales que colocan visiblemente en sus negocios. Algo muy rudimentario, pero efectivo. Al menos hasta ahora.

-¿Y no podrían escribir sus mensajes directamente en chino? No creo que nadie, salvo otros chinos, se enterara de lo que pone -señaló mientras se limpiaba las uñas con un palillo el inspector Luitch-.

-No es tan fácil, caballeros, no sólo los chinos están en el asunto. Quiero que salgan ahí afuera, que rastreen todos los locales, especialmente en los que se venda comida, que estén atentos, que abran los ojos.

-Ya, pero... ¿Qué hay de lo nuestro?, sugirió Javiersky, haciendo con brazos y manos el gesto de manejar un volante, para inmediatamente sacar a relucir sus dotes para imitar sonidos y emular el de un motor gripado (prrrrptttttt).

-Malos tiempos, señores, seguirán con el pelló. Hablen con el Txota ese, su amigo, seguro que sabe algo. ¿Luitch, no conocía usted a un chino?

-¿Se refiere al cónsul de Japón? Si es ese, sí, le conozco. Estará encantado que le pregunte sobre sus compatriotas chinos, siendo él japonés y cónsul. Esta misma tarde le llamo, le voy a preguntar si ha notado algo raro en sus digestiones últimamente, ya sabe, por lo que decía Julio Camba ¿No se acuerda? Que comerse a un semejante, aunque sea chino, no es bueno para la salud... Los nutrientes, al ser los mismos que los suyos, no se asimilan, y el cuerpo se debilita. ¿Quiere que le pregunte? ¿Le pregunto también si tiene una geisha en el armario para que nos la preste un rato?

-¡Largo!!!

(Continuará. O no)

lunes, 11 de enero de 2010